viernes, 12 de junio de 2009

RINCÓN LITERARIO: EN EL OCASO.


En el ocaso

Su herida golpead de vez en cuando;
no dejadla jamás que cicatrice;
que arroje sangre fresca a su dolor,
y eterno viva en su raíz el llanto.

Si se arranca a volar, gritadle a voces
su culpa; ¡que recuerde¡
Si en su rostro crecen flores, nuevamente,
arrojad pellas de barro oscuro al rostro;
pisad su sabia roja.

Si hay un hombre que tiene
el corazón de viento,
llenádselo de piedras
y hundidle la rodilla sobre el pecho.

Las soledades del muro de Marcos Ana

Prólogo

Y allí se encontraba un día más, en aquella habitación que tanto le gustaba, aquella habitación que le vio crecer, reír, jugar, pasar malos tiempos, aquella habitación que le ofrecía apoyo, aquella habitación que sin embargo hoy podría verle por última vez.
¿qué le sucedía? Y lo más importante ¿por qué estaba llorando? Retrocedamos en el tiempo para conocer su historia, la historia de Carlos.

Capítulo I

Por fin era viernes, por fin había llegado el día que esperó durante toda la semana y por fin había llegado la noche, lo noche del viernes.
Mientras la cena se preparaba en el microondas, él se terminaba de vestir con un peculiar atuendo: pantalones anchos, camiseta negra de Metallica, zapatillas negras, chaqueta de cuero y en la cabeza, la suficiente gomina como para dejar su larga cabellera dura como un tabique, en definitiva, preparado para una noche de pura acción.
Cuando pasaban veinte minutos de las diez, comenzó a sonar una melodía muy “heavy” proveniente de su teléfono móvil que definía claramente la personalidad de Carlos; cuando descolgó el teléfono se encontró con la voz de su amigo Isaías, un nombre que no le pegaba para nada:
-¿Sí?
-¡Hey¡ Carlos, ven para el “Roca” que están aquí todos y nos tomamos unas cervezas.
-Ok, dame cinco minutos.
-De eso nada, te doy solo dos que ya nos conocemos y tú eres muy lento.
-Serás...
-Y más te vale venir rápido porque esto está calentito, muy calentito.
-Ok, Ok, ya estoy allí.

Capítulo II

En la puerta del “Roca” ya se podía oler el ambiente, música rock, gente gritando y un dulce aroma a diversión.
De fondo se escuchó una voz:
-¡Hey Carlos, estamos aquí¡
-Tranqui, pido algo y voy.
Justo como Isaías le había prometido, allí estaban todos y cuando se iba a sentar en su rincón favorito, se topó con una sorpresa..., ya estaba ocupado ese lugar, esta vez por una chica, pelirroja, pelo largo y liso, piel blanca, ojos grandes y verdes, la chica de sus sueños...parece que estaba de suerte.
-¡Ay va¡ ¿quién eres tu?
-Hola me llamo Eloísa
-Pues encantado de conocerte, E-LO-Í-SA
-Y yo a ti, CAR-LOS
Ambos soltaron una carcajada al unísono.
Pasaron las horas y encima de la mesa se acumularon tal cantidad de vasos que apenas se conseguía ver la madera; y ya eran las tres de la madrugada y, de repente, se paró la música o en otras palabras, llegó el momento de la huida.
Carlos miró a Isaías y este le devolvió la mirada, lo siguiente fue preguntarle:
-Oye ¿cuánta pasta has traído?
-No la suficiente
-¿¡Quééé...¡?
-Lo que oyes, ¿qué hacemos?
-Seguir con la tradición ¿no?
-Joder...
-Chicos, a la de tres, ya sabéis qué hacer...¡Tres¡
Sillas, mesas, vasos e, incluso alguna que otra persona, cayeron al suelo en tan espectacular huida, y en unos segundo ya estaban en la calle...sin pagar.
Al hacer el recuento se dieron cuenta de que faltaba Eloísa, se asomaron por la puerta y la vieron pagando al cuenta, la que le iba a caer cuando saliera era gorda y en cuanto salió, todos empezaron a aplaudir eufóricamente, menos Carlos, que ya le había echado el brazo por encima y con un gesto se despidió de sus amigos que siguieron vitoreando a Eloísa.
Durante el camino de vuelta tuvieron una charla muy apropiada para el momento, todo indicaba que había surgido algo entre ellos.
Ya, en la puerta de la casa de ella, Carlos se armó de valor y se decidió a hacerle la pregunta que le había rondado la cabeza toda la noche.
-Eloísa, espera.
-Dime.
-Emm...esto...yo...querría...
-Vamos suéltalo que no tengo toda la noche
-Ya va, ya va ¿Tú tienes novio?
A lo que ella contestó con un apasionado beso e inmediatamente se metió dentro de la casa.

Capítulo III

Pasaron dos semanas muy pasionales, sus amigo estaban encantos con que hubiese conocido a alguien especial, aunque tenían un poco de miedo a que su relación con ellos no fuera la misma a partir de entonces, hecho que Carlos siempre negaba; pero no era así, cada vez se veían menos.
Pasaron los días y de nuevo era viernes, Isaías cogió el teléfono y marcó el numero de Carlos, pero él no estaba al otro lado de la línea, sorprendentemente era Eloísa.
-¿Sí?
-Hola Eloísa, soy Isaías, ¿Está Carlos contigo?
-Sí.
-Pues dile que se ponga, porfa.
-Es que no se puede poner.
-Pues dile que quedamos a las diez y media en el “Roca”.
-Es que no va a poder ir.
¿Y eso? ¿Está enfermo o algo?
-No, no, está bien.
-Entonces ¿qué pasa?
-Mira voy a ser clara, Carlos ya no quiere saber nada más de vosotros.
-¿¡Cómo¡?
-Lo que oyes chaval.
-Pues dile que se vaya a la mierda.
De fondo se escuchó a Carlos
-¿Quién era?, Eloísa.
-Nadie...se...habían equivocado.

Capítulo IV

El lunes en la universidad se produjo uno de los momentos más tensos que jamás había vivido Carlos.
En el cambio de clase Carlos se encontró con Isaías
-¡Oye, tío¡ ¿Dónde os habéis metido este finde?
No obtuvo respuesta alguna.
-¡Hey¡ ¿Qué mierda te pasa?
Siguió sin contestación.
-Venga vale, ha estado muy bonita la broma, pero contéstame de una vez.
A lo que Isaías contestó:
-¿Para qué quieres saber dónde estuvimos? Según tu chica ya no quieres nada de nosotros ----¿No?
-Oye venga, que te estás pasando con la broma.
-No estoy bromeando, eso es lo que nos dijo la”guarra” tu novia.
-Retira eso.
-Y si no lo hago ¿qué harás?
-Venga, que no quiero pelearme con un amigo.
-Yo no soy tu amigo.
Al oír esto, Carlos le soltó un puñetazo al que respondió Isaías con otro, ambos se en zarzaron en una pelea que duró hasta que llegaron los amigos de Isaías que se lo llevaron mientras gritaba:
-¡Ya no eres el mismo¡ ¡Olvídate de nosotros¡
Justo al oír eso, Carlos se preparó para ir de nuevo en su busca, pero notó una mano que se lo impedía, era Eloísa
-Déjalo, no merece la pena.

Capítulo V

Carlos ya no era el mismo desde aquel día, su vida se había vuelto oscura, siempre estaba enfadado y su relación con Eloísa se vio muy afectada, hasta el punto de que pronto se terminaría.
Sábado por la noche, la pareja está sentada en un parque y Eloísa preocupada comenta:
-Carlos, esto no puede seguir así.
-Seguirá así el tiempo que haga falta
-Pues entonces me veo obligada a dejarte.
-¡No¡ Tú no me dejas - dijo apretándole el brazo.
-Carlos, me haces daño.
-¡Calla y escucha¡ Te vas a arrepentir por lo que has dicho.
Alzó la mano para golpearla, pero alguien lo detuvo, era Isaías.
-¡Basta¡-gritó Isaías
-¿Qué haces tú aquí?
-¿Aún no se lo has dicho Eloísa?.
-Decirme qué.
-Pues que llevamos dos semanas saliendo.
-¿Es eso cierto Eloísa?
Eloísa asintió con la cabeza.
-¿Cómo habéis podido hacerme esto?; os odio, a los dos, me vengaré, ya lo veréis.
Esa fue la última vez que lo vieron.

Capítulo VI

Carlos se pasó los días siguientes encerrado en su habitación en la que ya no había posters de grupos de rock y parecía que la pintura roja de las paredes había pasado a un gris oscuro, lo único que parecía quedar de su antigua vida era la pequeña libreta en la que se desahogaba escribiendo, era la única que de verdad sabía cómo estaba. Ya no escribía como antes, su letra se había vuelto triste y llena de odio hacia Eloísa e Isaías.
Cada día que pasaba estaba peor, hasta que tomó una decisión..., se marcharía de la que, hasta entonces, era su ciudad, solo así acabaría con su particular calvario.

Capítulo VII

Era viernes, aún no había terminado de hacer las maletas cuando se paró a pensar una vez más si estaba haciendo lo correcto, si la solución sería marcharse y partir hacia otra ciudad, dejar parte de su vida, dejar montones de recuerdos y vivencias pasadas, dejar sus estudios, dejarlo todo.
Cuando lo tenía todo preparado y esperaba en la estación a que llegara el primer autobús, se acordó de por qué estaba allí, cogió el teléfono móvil y escribió sendos mensajes a Isaías y Eloísa:
-A las 20:15 pasa un autobús que me llevará lejos de vosotros, de camino a algún lugar donde pueda empezar desde cero. Las llaves de mi piso se las he dejado al portero, y si es que aún os importo lo mas mínimo, buscad en la mesilla del salón una nota que os he dedicado. Adiós.

Epílogo

Eloísa e Isaías llegaron de inmediato al piso de Carlos y buscaron en la mesilla tal y como Carlos les dijo, y efectivamente, allí había un trozo de papel con algo escrito:

“En el ocaso”

Yo también me merezco una segunda oportunidad, que no voy a encontrar dentro de estas cuatro paredes y por eso me marcho a donde me lleve el destino.
Estoy completamente seguro que todo me irá mejor a partir de ahora, cuando ya no os tenga cerca ni sepa nada más de vosotros, no olvidéis que sois los responsables de mi repentina huida.
Y me temo que estoy llegando al final,
este calvario se me ha hecho largo,
y ustedes, no se olviden del champaña,
porque ahora miro al horizonte y sé que aún puedo conquistar
miles de castillos y sueños, y el retorno a la felicidad.

Si miráis por la ventana y veis el ocaso, seguramente ya me habré ido. Adiós.

Ambos miraron la hora y vieron que faltaban cinco minutos para la hora prevista y que la estación estaba tan solo dos calles más abajo.
Salieron corriendo para intentar convencer a Carlos de que no se fuera, pero, ya era tarde; el autobús de Carlos acababa de partir, pero no se rindieron, siguieron corriendo y a través de la ventana pudieron ver la silueta de Carlos que, afortunadamente, miró hacia atrás y pudo contemplar los rostros agotados de Isaías y Eloísa a los que dedicó un gesto de despedida y una lágrima que cayó hasta el suelo.


PRIMER PREMIO DE NARRATIVA. CURSO 2008-2009


Manuel Villalón Vera 4º A

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